El COVID persistente, definido como la persistencia de síntomas de COVID-19 más allá de 4 semanas después de padecerlo1, afecta a más de 65 millones de personas después de la pandemia, aunque cifras más alarmantes mencionan hasta 200 millones de afectados2,3, destacando la gran afectación neuropsiquiátrica, en donde destacan síntomas como cefalea, niebla mental, distimias, ansiedad, depresión e incluso cuadros psicóticos, seguida de una gran gama de síntomas que se han cuantificado en más de 200 síntomas que integran este síndrome3. En las grandes series europeas y norteamericanas destacan las manifestaciones cardiovasculares, gastrointestinales y pulmonares, sin embargo, en algunas series se reporta fatiga hasta en el 72% de los pacientes hospitalizados y en el 44% de los pacientes que egresan4. En México han destacado los resultados de una encuesta que realizamos en línea a través de la plataforma Google formularios (https://docs.google.com/forms/d/1_ZvFXgNH5rvTgm_Dha2ktm16lp3nM5ADgfLx_Q7i4zI/prefill), en la cual los síntomas de mayor prevalencia, después de los neuropsiquiátricos, son las manifestaciones osteomusculares. En esta encuesta que alberga 338 respuestas de pacientes mexicanos que cumplen el criterio de COVID persistente, la edad promedio es de 41 años de edad, el género femenino es el más afectado con el 69%, los principales factores de riesgo son: sobrepeso/obesidad 41%, diabetes 16,3% e hipertensión arterial 16%, destaca que el 43,5% comenta haber estado sano previo al COVID-19; en relación con los cuadros de COVID-19 que padecieron como antecedentes al COVID persistente, el 42% comenta haber cursado con 2 cuadros de COVID-19 previamente, un 30% refiere un cuadro de COVID-19 previo al inicio de los síntomas persistentes y un 28% 3 cuadros previos de COVID-19 agudo; de estos el 77% refiere cuadros leves o ambulatorios, 13% cuadros severos (que requieren estancia hospitalaria o incluso en cuidados intensivos) y un 10% ambos cuadros. Respecto de su estatus de vacunación, el 45% comenta tener 3 vacunas, 36% 2 vacunas, 9% una vacuna y 10% comenta no estar vacunado. La sintomatología agrupada por aparatos y sistemas reporta un 90% de manifestaciones neuropsiquiátricas, 87,6% osteomusculares, 82,2% cardiovasculares, 78,1% gastrointestinales y 71,3% pulmonares. De las manifestaciones osteomusculares más prevalentes se reportaron: fatiga 76%, dolor óseo o articular 71,3%, dolor muscular 40,2%, inflamación articular 28,1%, pérdida de fuerza muscular 26,6% y adelgazamiento muscular 22,8%. Destaca además que el 9,5% de los encuestados reportan haber desarrollado enfermedades autoinmunes posteriores al COVID-19, destacando lupus eritematoso sistémico en el 75% de estos, otras entidades reportadas son artritis reumatoide 19% y tiroiditis autoinmune 6%.
En población mexicana las manifestaciones del COVID persistente concuerdan con los reportes mundiales donde las manifestaciones neuropsiquiátricas son las más prevalentes, sin embargo en segunda instancia, destaca en esta población las manifestaciones osteomusculares así como el desarrollo de enfermedades autoinmunes, lo cual ya se ha documentado previamente en estudios publicados donde existen riesgos incrementados de enfermedades autoinmunes asociadas a COVID-19 hasta en un 42,6% de los enfermos crónicos5, así como riesgo de 3,2 veces de espondilitis anquilosante, 3,14 veces de enfermedad mixta del tejido conectivo, 2,99 veces de lupus eritematosos y 2,98 veces para artritis reumatoide, entre otras enfermedades6. Según una revisión sistemática de manifestaciones musculoesqueléticas del COVID-19, las manifestaciones musculoesqueléticas asociadas con COVID persistente son: fatiga, artralgia, mialgia, dolor de espalda de nueva aparición, debilidad muscular y bajo rendimiento físico7, que concuerdan con nuestros resultados. Estos hallazgos hacen suponer que los enfermos de COVID persistente en México tendrán sintomatología osteomuscular crónica y ulteriormente podrán desarrollar enfermedades autoinmunes que significaran todo un reto para los clínicos y reumatólogos, por lo que generar protocolos de diagnóstico y tratamiento aunado a las demás sintomatologías significará un reto clínico y seguramente ameritará un manejo multidisciplinario.