La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad inflamatoria, crónica y sistémica, de evolución variable, caracterizada por una sinovitis persistente y simétrica de las articulaciones periféricas. En los últimos años se ha modificado su historia natural, gracias al avance en su tratamiento, de manera que las comorbilidades han adquirido mayor importancia; de hecho, su mayor mortalidad respecto a la población general es fundamentalmente consecuencia de enfermedades de origen cardiovascular1, con tasas hasta un 50% superiores.
En la AR subyace un incremento de enfermedad aterosclerótica2, secundaria a la inflamación crónica propia de la enfermedad, donde parece implicada la activación de linfocitos T y macrófagos, con producción de citocinas proinflamatorias3 (interferón gamma, factor de necrosis tumoral alfa, IL-1 e IL-6). Se potencia por los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) clásicos, entre los cuales el síndrome metabólico es más prevalente, probablemente por la menor actividad física, consecuencia del dolor articular; además, la dislipidemia sigue un patrón más aterogénico4.
Con todos estos datos, podríamos concluir que la AR es una situación de elevado RCV, donde la morbimortalidad cardiovascular se relaciona con la actividad de la enfermedad, por lo que su control podría disminuir el riesgo5. Por ello, planteamos este estudio, para detectar la ECV en fase subclínica, mediante el índice tobillo-brazo (ITB).
Se llevó a cabo un estudio descriptivo y transversal sobre 60 pacientes con AR, sin antecedentes de ECV, en el Hospital Universitario de La Princesa de Madrid, elegidos de forma consecutiva en las consultas de Reumatología durante 6 meses. Se recogieron variables sociodemográficas, datos analíticos, FRCV clásicos, tiempo de evolución de la AR y tratamiento inmunomodulador. Se definió como ITB patológico un valor inferior a 0,96.
De los 60 pacientes incluidos, 3 fueron varones (5%) y 57 mujeres (95%), con una edad media ± desviación estándar de 53,75 años (53,75±15,38; rango 29-87). 38 fueron AR leves (63,3%), mientras que 22 (36,7%) presentaron grandes deformidades. El tiempo de evolución fue de 9,14 años (9,14±6,505; rango 0,6-40); 58 pacientes (96,7%) seguían tratamiento inmunomodulador, la mayoría con metotrexato (75%). El resultado del ITB fue similar en ambas extremidades inferiores: 1,074 (1,074±0,082, rango 0,88-1,28) en la derecha y 1,077 (1,077±0,088, rango 0,92-1,27) en la izquierda, sin diferencias significativas entre ellas. Solo una paciente (1,7%) presentó un ITB patológico: una mujer de 87 años, hipertensa, con AR de 12 años de evolución y uso de corticoides durante prácticamente toda la enfermedad; el ITB en la otra extremidad fue de 0,92. En la figura 1 se muestran los resultados de los ITB.
En nuestra muestra, existe una excesiva representación de mujeres (19:1) respecto a la población con AR (3:1). Sin embargo, el perfil de RCV no difiere respecto a la población general española7. Solo se ha detectado un caso patológico, frecuencia mucho menor que la de otros estudios8,9, con tasas del 20-25%, si bien el punto de corte que consideraron como patológico fue de 1, en vez del valor de 0,9 actualmente aceptado. Sin embargo, en otra publicación con nuestro mismo punto de corte10, la prevalencia fue del 10%, si bien en su muestra la edad media, la duración de la AR y, sobre todo, la prevalencia de FRCV (principalmente diabetes y dislipidemia) eran superiores. Otro de los posibles factores implicados en la ausencia de EAP podría ser el adecuado control de la enfermedad, ya que solo el 3,3% de los pacientes no tenía tratamiento específico y el valor de los reactantes fue normal.
Una de las mayores limitaciones fue la accesibilidad al estudio, ya que el ITB se realizó de forma diferida a la consulta, de manera que muchos de los excluidos fueron aquellos que se negaron a participar, alegando dificultad física para acudir a realizarse la prueba, lo cual puede haber supuesto un sesgo de selección, al haber perdido a los pacientes más graves.
Como conclusión, sobre la base de nuestros resultados no consideramos justificada la realización rutinaria de un ITB en pacientes con AR asintomáticos desde el punto de vista cardiovascular.